El poder de la palabra escrita radica sobre todo en su pretendida autonomía. Los escritores deben tener la libertad de hablar sobre cualquier tema que les venga en gana. Como miembros de una institución del arte, ellos seguramente funcionan como los símbolos de la potencia creativa humana. Sin embargo, por el mero hecho que los autores ejercen esta voluntad y que escriben sobre los temas que les importan a ellos, son ciertamente responsables de la posición que tomen. No existe una instancia neutra. Al momento de bosquejar una trama ficticia o de relatar unos eventos de la realidad, el escritor se convierte en una figura política, una voz que habla al lector con ciertos motivos, por obscuros que éstos sean. Después de reconocer esta responsabilidad política, se puede investigar el problema de la ética literaria, el conjunto de principios que determina cómo el escritor debe responder a su contorno. Es decir, ¿qué tipo de respuesta literaria puede reclamar legitimidad en ciertos momentos y sociedades determinados? Emprenderemos una reflexión más a fondo del tema al considerar unos ejemplos actuales de la historia.
[...] Aún Noemí subraya una relación entre los dos fenómenos cuando hace la siguiente reflexión sobre su propia participación en la tortura: que vino después pude haberlo visto en una película o leído en un libro.” En su relato, Cortázar se enfrenta al problema de cómo reaccionar éticamente por la escritura a los actos de violencia, pero al fin llega a descubrir que la literatura si misma es violenta. ¿Qué papel asume el escritor a frente da la violencia? ¿Cómo debe responder la literatura a la violencia política que ha dejado traumatizado a un país entero? [...]
[...] Tanto como la tortura era una manera de sacar la verdad de un esclavo, el reverso de este proceso marca lo que desea ella. Es decir, sacar la verdad de Roberto representaría una forma de transformarle a él en la víctima encarcelada. Un acto de confesión se convierte en un acto de la verdad últimamente, en un acto de tortura. Además, el elemento de la lengua forzada figura en la escena. La confesión de Roberto no solamente sería un discurso forzado como lo cual su torturador intentó a sacar de Paulina, sino también legitimaría la experiencia de la mujer, sobre lo cual ella no ha podido hablar desde su ocurrencia. [...]
[...] El proceso de torturar al esclavo para sacar una confesión se justificaba a si mismo, “because out of torture (basanos) emerges truth (aletheia).” Entonces, buscando una manera de incluir el concepto de la verdad como algo sutil y escondido en vez de puramente algo con fines jurídicos, Avelar usa las conexiones establecidas en la poesía y la filosofía griega (between truth and “hiddenness, secrecy, and female potentiality”) para mostrar como las mujeres también figuraban en esta relación entre la tortura y la verdad: “both women and slave are receptacles, containers of truth, but they themselves do not have access to it as subjects: their function is to provide such access to the free man.” Un final punto de interés en el artículo de Avelar es su comentario sobre otro componente de la tortura: la producción forzada de la lengua. [...]
[...] A partir de una característica tan directamente significativa como una protagonista femenina, ambos relatos exhiben un suficiente nivel de ambigüedad, y los autores seguramente intentan que partes de la trauma sean interpretadas por el lector. Al fin de la obra del teatro La muerte y la doncella, todavía queda incierto si el doctor Roberto Miranda había sido el torturador verdadero de Paulina; nunca confiesa su culpabilidad. De hecho, cuando Roberto aparece en la escena final una luz levemente distinta, con cierta dualidad fantasmagórica,” aún queda incierto si Paulina lo ha matado. [...]
APA Style reference
For your bibliographyOnline reading
with our online readerContent validated
by our reading committee