El año 1939 señaló un momento triunfante para el general Francisco Franco y su banda nacional, marcando el fin de la Guerra Civil y el principio de “La Paz de Franco” que supuestamente siguió. Al contrario, para la población derrotada (los republicanos y otros que no se identificaron con la causa falangista) este año significaría el empiezo de más de treinta décadas de violencia y represión política sufrida a las manos de una dictadura totalitaria. En realidad, el año 1939 no vio los comienzos de la paz o de la reconciliación sino de la institucionalización de la venganza contra el lado derrotado. En un estado perpetuo del miedo, los vencidos se vieron obligados a guardar el silencio para sobrevivir. Aún cuando el Caudillo y sus partidarios celebraron los Veinticinco Años de Paz en 1964, otra vez estaban conmemorando su propia victoria y no la paz. La celebración, según el historiador Paul Preston, subrayó uno de los objetivos principales del régimen desde 1939: “mantener una enconada división entre los vencedores y los vencidos, entre la privilegiada España auténtica y la castigada anti-España” (Preston).
[...] Explica él que lo siniestro refiere al conjunto de emociones espantosas relacionado con reconocer lo desconocido y lo ajeno en lo conocido y lo propio, y aplica la idea al contexto de la guerra civil española. Según Espina, una manifestación clara de lo siniestro se quedó en la figura de Franco mismo; la imagen de un dictador malevolente y sin compasión chocó fuertemente con imagen del padre de la horda primitiva, la figura de líder, al que se rinde obediencia ciega” (Espina). [...]
[...] Una manera final en que lo siniestro infiltró las conciencias de los republicanos españoles durante la guerra y la posguerra—y en que infiltra las conciencias de los personajes de la novela—trata de la representación de y la relación a la muerte durante dicha época. Regresando brevemente a Espina, sería beneficial considerar los pensamientos de Freud que él esclarece en su trabajo. De hecho, según Freud, el evento de la muerte es, por si mismo, muy constitutivo de lo siniestro: muerte es lo que en psicoanálisis llamamos un Real algo que está directamente relacionado con lo siniestro” (Espina). [...]
[...] Y el miedo en sus ojos huidizos, para no ver la sangre.” No obstante, el tipo particular del temor que sienten estas mujeres y otros personajes del relato es uno caracterizado por aspectos de lo siniestro que estudia Freud en su artículo. Recordando las palabras de Paul Preston, mujeres rojas fueron presentadas como no-mujeres,” se puede reconocer inmediatamente elementos siniestros de la situación de las presas en el libro. Se ha conocido que los franquistas trataban a los republicanos como seres inferiores, y la mera experiencia de ser tratado como algo tan sórdido que aún no se merezca el título de debe de inspirar mucha angustia interna. [...]
[...] Para entender como se construía el olvido y el silencio de las mujeres republicanas—además de darles a ellas una voz con el fin de superar este olvido—Chacón recogió varios testimonios de mujeres que sobrevivieron la guerra y escribió La Voz Dormida. Como Preston, Richards y tantos otros historiadores, ella reconoce e investiga el componente socio-psicológico de los eventos de la guerra y la posguerra (Chacón). Alrededor de este aspecto de la represión franquista, el psiquiatra Manuel Espina también puede ofrecer unas agudezas. [...]
[...] Manuel Espina dice que los eventos de la guerra civil española marcaban una manifestación flagrante de lo siniestro, como Freund lo ha definido en su trabajo, donde se iniciaba confusión entre lo interno y lo externo lo propio y lo extraño.” En La Voz Dormida, Dulce Chacón nos ilustra como la representación de la muerte, el renuncio de la identidad de la mujer republicana, y las imágenes dobles y chocantes de la cárcel, los vecinos, y las armas producen los sentimientos siniestros en los casos individuales y personales. [...]
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